domingo, 24 de febrero de 2013


Cafeína y bicarbonato sódico; posibles aplicaciones en el deporte.

 

Kilding y colaboradores estudiaron los efectos de la ingesta de cafeína y bicarbonato sódico sobre el rendimiento en una contrarreloj de tres kilómetros. Se estudio su ingesta por separado así como la combinación de ambas sustancias. Diez ciclistas entrenados participaron en este estudio a doble ciego. Cada uno de ellos realizó cuatro contrarrelojes de 3kilometros ingiriendo una de estas opciones cada vez:

1-      3mg/kg de peso de cafeína

2-      0,3mg/kg de bicarbonato sódico

3-      Bicarbonato y cafeína juntos

4-      Producto placebo

En comparación con los resultados obtenidos con la sustancia placebo, la potencia media fue más elevada en los test efectuados con:

Cafeína: 2,4%

Bicarbonato: 2,6%

Combinación de ambos: 2,7%

Las conclusiones del estudio confirman el efecto ergogénico de estas dos sustancias por separado y combinadas.

Para deportes de corta duración se recomienda únicamente utilizar la ingesta de cafeína.

domingo, 3 de febrero de 2013


NACIDOS PARA CORRER.

Vivimos en una cultura que ve el ejercicio extremo como una locura, porque eso es lo que nuestro cerebro nos dice: ¿para qué apretar el acelerador si no hace falta?. Para ser justos, nuestro cerebro ha sabido perfectamente lo que hacía el 99 por ciento de las veces a lo largo de nuestra historia; sentarse a reposar era un lujo, así que cuando teníamos la posibilidad de descansar y recuperar fuerzas, había que hacerlo. Sólo desde hace poco contamos con la tecnología necesaria para convertir el holgazaneo en una forma de vida; hemos cogido nuestros cuerpos vigorosos y resistentes de cazadores-recolectores y los hemos dejado caer en un mundo artificial de ocio. ¿Y qué ocurre cuando soltamos una forma de vida en un ambiente extraño?... Los científicos de la NASA se preguntaron lo mismo antes de los primeros viajes al espacio. El cuerpo humano está construido para desarrollarse bajo la presión gravitacional, así que quizá el deshacerse de esa presión actuaría como una fuente de la juventud en versión trayectoria de escape, haciendo que los astronautas se sintieran más fuertes, inteligentes y saludables. Después de todo, cada caloría que comieran iría directamente a nutrir sus cerebros y cuerpos, en lugar de empujar hacia arriba luchando contra ese implacable tirón descendente, ¿cierto?.

Ni por asomo; cuando los astronautas regresaron a la Tierra, habían envejecido décadas en el plazo de unos días. Sus huesos se habían debilitado y sus músculos se habían atrofiado; sufrían de insomnio, depresión, fatiga crónica y apatía. Incluso sus papilas gustativas se habían deteriorado. Quienes hayan pasado un fin de semana largo tirados en el sofá viendo televisión conocen la sensación, porque aquí abajo en la Tierra, hemos creado nuestra propia burbuja de gravedad cero; hemos dejado de hacer el trabajo que se supone deben hacer nuestros cuerpos y lo estamos pagando. Casi todas las primeras causas de muerte en el mundo occidental – cardiopatías, ictus cerebral, diabetes, depresión, hipertensión y una docena de tipos de cáncer- eran desconocidas por nuestros antepasados. No contaban con la ciencia médica, pero tenían un bala mágica, o quizá dos.

Podríamos, literalmente, poner freno a esas epidemias con este único remedio: levanta dos dedos haciendo el signo de la paz, luego gíralos hacia abajo y empieza a moverlos como si estuvieran trotando en el espacio. El hombre corredor.

Así de sencillo, solo moviendo las piernas. Porque si no creemos que hemos nacido para correr, no solo estamos negando la historia, estamos negando lo que somos.