PaleoVida
EL SÍNTOMA NOS RECUERDA QUE SOMOS LO
QUE COMEMOS.
Nuestra
forma de comer, la cantidad de veces que comemos al día y el ejercicio que
hagamos tienen un gran impacto en nuestro bienestar físico pero también mental.
Dicho de otra forma, si no comes bien y no te mueves, es imposible ser feliz.
Tu cuerpo sufre un proceso de <<saturación>>, donde órganos vitales
como hígado, intestino, páncreas y riñones no pueden trabajar en un ambiente
favorable. Viven en una situación inflamatoria y ahí nuestro cerebro sufre un
estado de carencia de energía.
Cuando en
nuestro cuerpo aparece un síntoma como un dolor de cabeza, un dolor de regla,
un eczema en la piel, acidez… nos está diciendo que algo no va bien. Estas
señales deberían servir para cuestionarte hasta qué punto tus hábitos a la hora
de comer y moverte tienen un impacto en tu problema.
Apagar
únicamente el síntoma con un medicamento no hará más que demorar la aparición
de otro síntoma peor, sin aportar una solución real.
Cualquier
proceso de mejora y/o curación de cualquier síntoma pasará forzosamente por
cuidar nuestra forma de comer, la cual nos ofrecerá los nutrientes necesarios
para ayudar a nuestro cuerpo a recuperarse por sí mismo.
En cuanto a
nutrición, no hay término medio: hay nutrientes que inflaman y nutrientes que
desinflaman, comprobado científicamente. Y la inflamación va mucho más allá de
estar gordos o no; tiene que ver con la salud.
EL CIRCUITO DE LA RECOMPENSA.
Hay dos
leyes que gobiernan a la especie humana por encima de todas: la supervivencia
de uno mismo y la supervivencia de la especie. Para garantizar que en todo
momento estamos dispuestos a procurar ambas supervivencias, nuestro cerebro
está dotado con un circuito de recompensa.
Es un
circuito neurológico que está presente en nuestro cerebro, el cual mediante la
producción de hormonas, como las endorfinas (hormona del placer), se va a
encargar de ofrecernos recompensas ante aquellas conductas encaminadas a seguir
vivos y perpetuarnos. Lógicamente el comer como el beber nos asegura la supervivencia del individuo y por lo
tanto nos generan placer.
El movernos
también nos va ofrecer esa recompensa ya que su sentido evolutivo es justamente
buscar esas fuentes de energía, luchar o escapar del peligro.
Luego está
la recompensa básica para la supervivencia
de la especie: el sexo. Para garantizar la reproducción, el cerebro te
regala el orgasmo y te genera endorfinas. En esta cuarta recompensa también
estaría todo aquello que tiene que ver con el contacto físico.
Estas cuatro
recompensas naturales (comer, beber, movimiento y contacto físico) son las
responsables de generarnos, mediante las endorfinas, una óptima sensación de
bienestar. Ahora bien, que esto funcione dependerá de nuestra forma de comer,
de beber, de movernos y de cómo concibamos el sexo.
COMER.
La nutrición
es capaz de ofrecernos una recompensa maravillosa, pero ello va a depender en
gran medida de los nutrientes y de las veces que comamos al día.
El azúcar es
una recompensa, pero una recompensa NO natural; y las recompensas NO naturales
lo que generan es que te enganches a ellas, es decir, que son adictivas porque
te dan un subidón increíble, y eso a todo el mundo le gusta, pero después de la
subida viene la bajada. Y las recompensas NO naturales se caracterizan por eso,
porque bien te hacen estar arriba, o bien te hacen estar abajo, pero no te dan
un equilibrio energético ni emocional como lo hacen las naturales.
BEBER.
Ingerir
líquido se convierte en nuestra segunda recompensa. Pero de nuevo no se trata
de cualquier líquido.
Debemos
adaptar la sed, es decir el cuerpo ha dejado de tener sed porque está saturado
de sustitutivos de mala calidad.
MOVERSE.
Cada vez que
comemos nuestro cuerpo se percata de que es hora de recargar energía (la
insulina, por ejemplo, es una de las hormonas que da esta señal). En este
momento, nuestro organismo está gobernado por el sistema nervioso
parasimpático, que es aquel que se encarga de hacer la digestión y de modular
nuestro sueño.
Por ello,
una vez que has comido, el movimiento pierde sentido fisiológico. Por eso la
recompensa natural del acto de moverse se obtiene con el estómago vacío.
SEXO Y CONTACTO FÍSICO.
El abrazo y
la actividad sexual son la cuarta recompensa vital. El gran problema es que la
libido la hemos matado por la mala alimentación, por el sobrepeso que nos
acompleja, por la inactividad que cada vez nos resta más agilidad, por el miedo
al rechazo y a no gustar y a no cumplir… Así que la recompensa de un buen
orgasmo con abrazos y besos desaparece o se espacia tanto que perdemos la
costumbre.
Si no
comemos lo que toca, si no bebemos agua con sed, si no tenemos ganas de
movernos y además no tenemos libido, tu circuito de recompensa deja de
funcionar favorablemente y eso implicará la búsqueda de recompensas NO
naturales, las cuales ofrecen un pico de endorfinas mayor pero, por desgracia,
se adaptan rápidamente y necesitas cada vez más para obtener la misma sensación
de placer. Esto se manifestará en una dependencia de recompensas como el
azúcar, el alcohol, las drogas, las compras compulsivas, los juegos…
ALIMENTOS QUE MEJORAN TU ESTADO DE
ÁNIMO.
Jengibre, salvia, melisa, valeriana,
cacao, miel y plátano. Si te encuentras bajo de moral, aprovecha sus
propiedades.
UN PASEO POR LA EVOLUCIÓN.
Nuestra supervivencia
como especie está en gran parte modulada por el circuito de recompensa. Nos
premiará para asegurarse de que nos movemos para buscar sustento, en el momento
que comemos, bebemos o procreamos.
Este
circuito lleva con nosotros toda la evolución y si nuestro objetivo va a ser
recuperarlo será necesario entender en qué contexto se desarrolló.
¿Por qué
unos nutrientes son mejor que otros? ¿con que frecuencia tenemos que comer? ¿es
mejor hacer el ejercicio antes o después de comer?.
Hace cuatro
millones de años alrededor del lago Turkana, en Etiopía, habitaba el Australopithecus. Vivía en un ambiente
muy cálido y desértico donde apenas crecían hierbas ni plantas. Su principal
sustento fueron los insectos, las serpientes y todos aquellos nutrientes que
podía coger en la orilla del lago como algas y crustáceos.
Gracias a
este tipo de nutrientes, que se caracterizaban por un alto contenido en
tiroxina, nuestro cerebro empezó a desarrollarse y nuestros fémures empezaron a
crecer. Fue entonces cuando, por primera vez, el homínido se erigió como bípedo
y sus manos quedaron libres para empezar a usarlas.
Pero no fue
hasta hace dos millones de años, con la llegada del Homo Habilis, que aprendimos a usar la piedra como herramienta.
Gracias a ella pudimos empezar a comer los restos que dejaban los depredadores
rompiendo los cráneos y los huesos de sus presas, y acceder así a la grasa del
cerebro y del tuétano.
Nos
convertimos en carroñeros, lo cual nos permitió introducir nutrientes que hasta
entonces jamás habíamos podido comer.
A partir de
ahí, este Homo empezó a desarrollar
su cerebro en detrimento del aparato digestivo: gracias a la ingesta de estas
ricas grasas, su cerebro y paralelamente su inteligencia empezaron a crecer, al
mismo tiempo que su intestino se hacía mas pequeño.
La hipótesis del tejido caro.
Esto que
acabamos de explicar se conoce como la Hipótesis del tejido caro.
Es el inicio
de la inteligencia humana.
Gracias a
este cambio nutritivo, pudimos destinar menos energía a digerir los alimentos, redujimos
el tamaño de nuestro aparato digestivo y destinamos ese superávit al
crecimiento de nuestro cerebro.
Este
crecimiento de nuestro órgano más característico tuvo consecuencias definitivas
para nuestra especie ya que nos capacitó para idear estrategias creativas con
el fin de superar las dificultades, para construir herramientas, para aprender
a cazar en grupo, para abrigarnos con pieles y, en definitiva, para
convertirnos en lo que somos: una
especie que nunca será la más adaptada a su medio pero que siempre es la más
adaptable, pues somos capaces de encontrar soluciones tanto para vivir en
el caluroso desierto de Sahara como en el inhóspito Polo Norte.
CAZADORES RECOLECTORES DURANTE TODO
EL PALEOLÍTICO.
Nos
convertimos en cazadores-recolectores introduciendo en nuestra nutrición además
de crustáceos, los insectos, las frutas y las raíces; las proteínas y las
grasas animales de la carne y el pescado. Estas últimas fueron clave en nuestra
nutrición y llegaron a constituir, cuando era posible, entre el 60 y 70% de
nuestra ingesta total.
La época que
va desde hace dos millones de años hasta hace 10.000 años es conocida como la
era paleolítica. Para que se entienda el alcance temporal de lo que estamos
planteando: durante ese periodo hemos vivido el 95% del tiempo que llevamos
viviendo como especie. Nuestro código genético, (que en dos millones de años de
evolución tan solo se ha modificado un 0,5%), se gestó durante ese periodo.
Imagina si será importante conocer, por tanto, cuál fue nuestro estilo de vida
en todo ese tiempo.
Tan sólo 10.000 años desde el
neolítico.
Hace tan
solo 10.000 años apareció la agricultura y la ganadería en Mesopotamia, lo que
dio paso a la siguiente era, conocida como Neolítica. Tan solo es a partir de
esa fecha cuando la especie humana va a empezar a usar la agricultura para
abastecerse de comida, y es aquí donde por primera vez durante toda la
evolución el ser humano empieza a comer cereales, harinas y lácteos. Esta nueva
tendencia alimenticia llega a nuestro territorio hace menos todavía, entre
3.000 y 4.000 años.
Eso explica
por qué, en general, cada día se descubre mayor intolerancia al gluten de los
cereales y a la lactosa de la leche. Son demasiado novedosos para lo que nuestros
genes están acostumbrados desde hace dos millones de años.
La revolución industrial.
Si estos
eran nuevos, imagínate cómo le sienta a nuestro cuerpo los productos que
aparecen a partir de la Revolución industrial, hace solo 200 años. Azúcares,
bollería, aceites vegetales y las grasas trans. Para que te hagas una idea: mientras que con los nutrientes del
Paleolítico hemos estado en contacto durante 76.000 generaciones, con los
cereales solo llevamos 300 generaciones; con los lácteos, 200, y con los azúcares
refinados únicamente siete miserables generaciones digiriéndolos. Diez mil años
son para la historia de nuestra especie como una gota de agua para el
Mediterráneo.
¿CÓMO VIVÍAMOS SIENDO
CAZADORES-RECOLECTORES?
Comer y
beber tal y como nos lo pide nuestra genética: Se trata principalmente de dar
protagonismo a aquello de lo que disponíamos en el momento en el que surgimos
como especie, y esto es básicamente: pescado,
crustáceos, carne, huevos, insectos, verduras, raíces, fruta y frutos secos. Con
estos alimentos nos aseguramos el aporte de los nutrientes necesarios, unas
buenas digestiones, una producción energética adecuada, un cuerpo musculado y
un cerebro contento de lo que ha recibido.
¿Y beber?
Beber eso sí que lo sabemos: bebíamos, debemos beber y seguiremos dependiendo
siempre del agua.
EL MOVIMIENTO, GRAN PILAR PARA
NUESTRA SALUD.
Debemos
tener en cuenta que nuestros ancestros del Paleolítico necesitaban correr a
diario para huir o cazar. De hecho, numerosos estudios nos muestran la
existencia de antiguas poblaciones de Homo
sapiens en África que realizaban grandes alardes de resistencia y de
fuerza. Algunas poblaciones recorrían entre 12 y 13km diarios caminando y dos o
tres mas de sprints para los momentos
de caza. Luego, por supuesto, había que cargar la presa hasta el poblado. Otros
grupos recorrían alrededor de unos 100km para llegar a zonas de caza, apresar
las piezas y volver a sus poblados en apenas veinticuatro horas cargando con
las presas obtenidas. En la mayoría de los casos, la vida consistía en caminar
durante infinitas horas, correr a grandes velocidades, luchar, trepar, cargar,
arrastrar grandes pesos y todo ello sin olvidar el recolectar raíces y frutos,
pescar o construir chozas y muros de fuerza levantando troncos y piedras pesadas.
Sin embargo,
y a pesar de los esfuerzos, el éxito a la hora de obtener alimentos no estaba
asegurado y podían pasar largos periodos sin ingerir ningún tipo de nutriente.
Y aquí nos encontramos de nuevo con un hecho en el que hay que detenerse porque
ha supuesto un condicionante sumamente importante en nuestra fisiología y en
nuestro comportamiento.
La
conciencia de la dualidad abundancia-carencia hizo que al encontrar alimentos
comiéramos todo lo que podíamos para luego permanecer en reposo el máximo tiempo
posible. Esto nos condujo a pasar por periodos de ingesta masiva intercalados
con periodos de hambre.
Este hecho
clave, que fue ocurriendo a lo largo de muchos milenios, nos fue seleccionando
y predeterminando hacia un tipo de metabolismo que oscilaba entre apoyar el
movimiento cuando hiciera falta ir en búsqueda de comida y permitir el descanso
y la recuperación cuando teníamos el estómago llenos.
O te mueves o te cazan, elige.
El hecho de
que necesitáramos el movimiento para conseguir comida y sobrevivir favoreció
que la evolución moldeara nuestro cuerpo en torno a esa necesidad y nos dotó de
agilidad y velocidad, flexibilidad y fuerza, resistencia y explosividad. Todo
eso teníamos y todo eso deberíamos recuperar.
El movimiento es nuestra principal
herramienta de supervivencia, para eso se creó, y por eso, moviéndote, el
cuerpo se percata de que estás solucionando problemas vitales para él. Es su
estado natural.
En resumen,
si haces las cosas con coherencia todo tu cuerpo apoyará los cambios. Para él
es lo normal, los recompensará y hará que no solo duren durante una nueva
temporada de operación biquini, si no que los incorporará como suyos, puesto
que es lo que tu organismo te ha estado pidiendo con insistencia todo este
tiempo.
No tienes un
cuerpo: ERES UN CUERPO.
ALIMENTOS PARA CUANDO SUFRES UN
PROCESO INFLAMATORIO
Pescado azul, zanahoria, cilantro,
cúrcuma y aceites macerados con tomillo, romero, albahaca, orégano…
LOS PILARES DE UNA NUTRICIÓN Y UNA
HIDRATACIÓN SALUDABLES.
La nutrición
es nuestra fuente de energía, pero cada vez que comemos o bebemos algo podemos
armar un gran lío en nuestro organismo.
En el cuerpo
existen una serie de indicadores y al comer sus agujas se dispararán de una
forma más o menos ostensible en función del tipo de nutriente o de la bebida
que ingerimos. El trabajo para nuestro organismo va a ser restablecer todos
estos indicadores lo antes posible. Si se lo queremos poner fácil, no
deberíamos provocarle con aquello que comemos y bebemos, ni un ambiente
excesivamente ÁCIDO, ni excesivamente INFLAMATORIO, ni con una gran carga
GLUCÉMICA.
LA ACIDEZ Y LA ALCALINIDAD.
Una de las
agujas a la que nos referimos es la acidez. Si ingerimos alimentos ácidos
continuamente y en exceso generamos una sensación de acidez en todo nuestro
cuerpo. No solo en el estómago, sino en la sangre y en todos los demás órganos,
en especial en el riñón, que es el responsable de regular esta aguja y se tiene
que esforzar mucho por volver a recuperar el equilibrio y ponerla en su sitio.
Una
nutrición excesivamente ácida puede comportar dolor en la zona renal, dolor de
cabeza, sensación de fatiga, calambres musculares en los gemelos, dolor en el
talón y la planta del pie. Por no hablar del mayor riesgo de lesiones, la fácil
aparición de agujetas y bastante dificultad de recuperación después de una
actividad física.
Verás que la
mayoría de los nutrientes son ácidos (carnes, pescados, huevos, aceite, pan,
arroz, pasta, cereales, dulces…), incluido el alcohol y las bebidas azucaradas,
mientras que solo las verduras, las frutas y el agua son alcalinos.
El estrés
por sí mismo también se puede convertir en un gran acidificante para nuestro
organismo y lo malo es que en muchas ocasiones es inevitable: problemas
laborales y económicos, obligaciones al final de mes, tensiones familiares…
Pero si de base, además, le sumamos una nutrición ácida, entonces sí que a
nuestro cuerpo apenas le van a quedar recursos para poder restablecer este
sistema.
Nuestro
sistema no tendría que estar ácido de manera constante si no que deberíamos
mantenernos en un ambiente de alcalinidad durante el mayor tiempo posible. Esta
es la forma óptima de cuidar a nuestro cuerpo y de ¡antienvejecer!
¿Y QUE SIGNIFICA LA ALCALINIDAD?
La
alcalinidad es lo opuesto a la acidificación y también se llama basicidad. No
se denomina así por casualidad. No se denomina así por casualidad; es el estado
base para que el cuerpo esté sano. El cuerpo tiene que estar alcalino en
general, puesto que si no <<reposa>> en ese estado de equilibrio,
para empezar, le faltará oxígeno. Y tú dirás qué puede hacer un ser vivo en
carencia de oxígeno. Si tu cuerpo no está alcalino, está ácido y, por tanto,
estresado, en continua alerta, incapaz de regular la aguja y devolverla a su
punto medio.
EL PILAR DE LA NORMOGLUCEMIA
Otra de las
agujas de nuestros marcadores corporales es el nivel de glucosa en sangre. Lo
ideal, en la normoglucemia, sería que nuestros niveles de azúcar estuvieran en
80mg/dl de media en sangre durante todo el día y que, solo cuando comemos, el
nivel se elevara moderadamente en forma de ola.
Sin embargo, lo que provocamos habitualmente comiendo cinco veces al día
y cantidades industriales de pan, pasta, arroz, cereales, dulces y bebidas
azucaradas (carbohidratos refinados) son unos tsunamis constantes en nuestro
organismo. De repente, viene una ola gigantesca que cuando se retira hacia el
mar genera un vacío y luego vuelve a la carga.
En tu cuerpo
pasa lo mismo cuando comes esos carbohidratos refinados: se eleva en un pico
brutal la glucosa, ante lo cual el páncreas reacciona remando desesperado por
volver al nivel normal, y baja tanto que te genera una sensación de ansiedad
tremenda para recuperar el nivel de azúcar anterior.
EL PILAR ANTIINFLAMATORIO
Si estás
ácido y tu vida es un tsunami, la resultante es un proceso inflamatorio. Para
tener salud, antienvejecer, encontrarte bien, con energía, solucionar cualquier
dolencia, tienes que estar en un ambiente alcalino, en una situación de normoglucemia y, por tanto,
en un estado no inflamatorio. Sin oxígeno y con picos de azúcar tienes menos
energía y acumulas más grasa, todo lo cual te provoca inflamación, como
advertencia de que estás pasando los límites saludables.
Y cuanta más
grasa y menos músculo, más inflamación.
Esta
acumulación de grasa va a tener inevitablemente unas consecuencias sobre
nuestro estado de salud: tensión arterial alta, dislipidemia, apnea nocturna,
hígado graso, azúcar alto en sangre… En definitiva, un cuerpo inflamado.
Pretender
regular todos estos síntomas solo con unos medicamentos se va a convertir en
una bomba de relojería, bloquear un síntoma no va a hacer otra cosa que generar
otro síntoma biológicamente más fuerte.
Bloquear el
colesterol solo con estaninas o la tensión con un antihipertensivo o el azúcar
con insulina medicada, sin generar cambio alguno en nuestra forma de comer o de
incluir el ejercicio, va a derivar en la aparición de trastornos más severos
como diabetes tipo II, cáncer o patologías cardiovasculares entre otros.
INFLAMADO Y ENCIMA SIN GANAS DE
MOVERTE.
Cuanta más
grasa vas almacenando, menos te pide el cuerpo moverte porque la información
que pasa al cerebro es que, sin esfuerzo físico, puedes sobrevivir sin
problemas, puesto que almacenas reservas de sobra. Cuando hay exceso de grasa,
se liberan unos mensajeros inflamatorios, llamados citoquinas, que informan al
cerebro de que no es necesario moverse. Por coherencia evolutiva, al activarse
los genes de ahorro, se desactivan los genes de movimiento.
Estas
citoquinas proinflamatorias liberadas de las células que forman el tejido
graso, llamadas adipocitos, no hacen otra cosa que informar a nuestro cerebro y
a nuestro cuerpo de que estamos acumulando grasa en exceso y de que eso es
peligroso. Te están avisando de que te estás sobrepasando y de que no te vas a
poder mover para escapar, que no eres apto para sobrevivir si sigues por ahí.
La
liberación constante de este tipo de citoquinas proinflamatorias crea en
nuestro organismo un ambiente inflamatorio subclínico con los consecuentes
síntomas:
-
Sistema nervioso central: disminuye la presencia de endorfinas,
dopamina, serotonina…
-
Sistema metabólico: problemas digestivos, barriga
hinchada, gases, malas digestiones, estreñimiento o diarrea…
-
Sistema músculo-esquelético: cansancio muscular, mayor facilidad
para la aparición de tendinopatías y menor capacidad para su recuperación.
-
Sistema inmunitario: mucho más débil y sensible a la
aparición de resfriados, reacciones desmesuradas o autoinmunidad.
LA HIDRATACIÓN: RECUPERAR LA SED DE
AGUA.
La sed nos
debería surgir espontáneamente ya que es la segunda cosa más importante después
de respirar. Aproximadamente el 70% del cuerpo humano está compuesto por agua.
Sin embargo, es bastante habitual que en el balance hídrico diario nos salga
muy desfavorable el agua.
A LOS NIÑOS
NO LES DES DROGAS.
Hoy en día,
las bebidas azucaradas y el azúcar en general son la <<droga>> más
aceptada socialmente, hasta el punto de que muchos padres se la pueden ofrecer
feliz e inocentemente a sus hijos, sin ser conscientes de que estamos ante una
sustancia que es totalmente adictiva y que tiene un impacto altamente dañino en
nuestro cuerpo, y más en el de un niño.
RECUPERA TU CIRCUITO DE LA
RECOMPENSA.
Por todo lo
anterior: bebe agua, muévete en ayuno y come no más de tres veces al día comida
de calidad. Dale a tu cuerpo lo que te está pidiendo.
ALIMENTOS PARA MEJORAR TU SISTEMA
INMUNITARIO
Cebolla y ajo, setas, cúrcuma,
brócoli y coliflor.
LOS NUTRIENTES QUE SÍ NECESITAMOS
PARA TENER SALUD (Y LOS QUE NOS SOBRAN).
Somos una
especie animal carnívora. Pese a lo que preconicen los vegetarianos y veganos
del planeta, todos los estudios sobre antropología hechos hasta el momento lo
dejan bien claro.
Y es que,
como vimos la grasa y la proteína animal que empezamos a ingerir hace ya dos
millones de años como carroñeros ha sido vital para el desarrollo de nuestro
cerebro.
Estas
fuentes nutritivas han sido cruciales en toda nuestra evolución y lo continúan
siendo. Son la principal y prácticamente la única fuente de. EPA Y DHA (grasas
omega 3), ácido araquidónico (grasa omega 6), glutamina, carnitina, taurina y
vitaminas como la B12 y la vitamina A. Todas ellas sustancias que resultan
imprescindibles.
Qué
casualidad que el 60% de nuestro cerebro sea grasa, de la cual, la omega 3 es la
de mayor importancia. Qué casualidad que frenar la actividad genética que
induce a la inflamación y a la proliferación se consiga con omega 3, con
vitamina A y con la vitamina D que nos proporciona el sol. Qué casualidad que
el correcto funcionamiento de cualquier célula de nuestro cuerpo dependa en
gran parte de esas EPA, DHA y del ácido araquidónico.
Casualidades
científicas que evidencian la importancia vital que tienen estos nutrientes en
nuestra salud.
Hoy en día
vivimos en máxima discordancia con nuestros genes por culpa de la introducción
de nutrientes que son demasiados nuevos (cereales, lácteos, azúcar, grasas
trans y aceite vegetal), de la gran
abundancia nutritiva y la escasa movilidad. De ahí que padezcamos tantos
trastornos asociados a los países desarrollados como obesidad, diabetes tipo
II, patologías cardiovasculares, cáncer, alergia y enfermedades autoinmunes.
Tenemos que recuperar la forma de comer de nuestros ancestros para vivir más y,
sobre todo, mejor. Debemos cubrir dos grandes grupos de nutrientes: los
macronutrientes, donde encontramos las proteínas, las grasas y los
carbohidratos; y los micronutrientes, que nos aportarán minerales, vitaminas y
flavonoides.
MACRONUTRIENTES: LA PROTEÍNA, LA
GRASA Y LOS CARBOHIDRATOS.
LA PROTEÍNA.
Nuestro
cuerpo necesita de manera imperiosa la ingesta de proteína de alta calidad o
alto valor biológico: Se trata de la proteína que proviene de aquel animal que
ha corrido, ha comido bien y le ha dado el sol.
La grasa de
este será proinflamatoria.
En cuanto a
los peces elegiremos los salvajes frente a los de piscifactoría. En definitiva,
siempre que puedas, compra pescado salvaje, predominando el pescado no
depredador.
La carne es
la principal fuente de vitamina B12, glutamina y carnitina. La vitamina B12 es
necesaria para tener un buen estado de ánimo, apoya la formación de glóbulos
rojos y es importante para la memoria y para el metabolismo óseo.
La glutamina
es el aminoácido más presente en nuestro músculo, en un 60%, así que te quedará claro que sin ella ya nos
podemos ir olvidando de tener músculo.
El músculo,
nos ofrece mayor fuerza y agilidad, nos ofrece mejor respuesta al estrés y
protege nuestro sistema inmunitario. Mantiene una buena función del epitelio
intestinal y como sirve fuente energética, ya que se puede transformar en
glucosa en caso de necesidad.
La persona
que realiza actividad física moderada a la semana deberá ingerir 1,5g por kilo
de peso corporal al día.
Para una
persona muy activa, el requerimiento será de 2g por kilo de peso corporal al
día.
Según la
relación planteada anteriormente. Pescado 6-8 veces/ semana; carne 3-4
veces/semana y huevos 4-5 veces/semana.
CARENCIAS Y
CONSECUENCIAS.
Uno de los
principales síntomas ante una carencia de proteína va a ser el cansancio generalizado,
este cansancio muchas veces se va a asociar a falta de hierro. De hecho, el
hierro puede constar bajo en la analítica pero ¡atención!, si además del hierro
encontramos los valores de la serie roja (sea hemoglobina, hematocrito,
hematíes…), a la baja, sumados también a una tendencia a la baja de la serie
blanca y con una ferritina baja, seguramente el cansancio se deberá a la
carencia de proteína y no a la falta de hierro.
LAS GRASAS.
Hay tres
grasas antiinflamatorias y vitales para que nuestro cuerpo funcione bien: la
grasa omega 3 que la encontramos en el pescado azul, un tipo de grasa omega 6 (el ácido
araquidónico), presente en la carne. Se trata de aquella que está infiltrada
por haberse movido y la grasa omega 9 o ácido oleico presente en el aceite,
aguacate y nueces.
TU SALUD
DEPENDE DE LA GRASA.
Una función
primordial será que las células tengan una membrana flexible. Otra función de
la grasa consiste en actuar como materia prima para la formación de hormonas
tan importantes como el cortisol, las hormonas sexuales y la vitamina D. Si no
tienes grasa buena, simplemente no generas óptimamente estas hormonas.
La vitamina
D es una hormona nuclear, es decir, trabaja en las entrañas de nuestro cuerpo,
va al núcleo, al ADN, y es ahí donde regula la función. Similar acción realiza
la vitamina A, pero mientras que está la obtendremos directamente de la fuente
animal, para obtener vitamina D necesitaremos los rayos uva, porque son los
encargados en transformar la grasa en vitamina D.
Si carecemos
de grasa y/o de rayos uva, no podremos formar esta vitamina (considerada una
hormona debido a su alta relevancia) y, en consecuencia, no hay ninguna otra
sustancia que pueda hacer su función, que es antiproliferativa,
antiinflamatoria y anticancerígena.
Para que
comprendas el alcance de esta carencia, básicamente significa que sin ella
estamos absolutamente desprotegidos ante enfermedades tan graves como el cáncer
o patologías autoinmunitarias como la psoriasis o el Crohn.
La función
de la grasa omega 3 en este caso es
parecida a la de la vitamina D y la vitamina A: sin ella, estamos indefensos
ante cantidad de enfermedades degenerativas.
Si hablamos
del sistema nervioso, este es dependiente también de la grasa, ella te
lubrifica el cerebro.
NO CONFUNDIR
CON LAS GRASA MALAS.
Frente a las
grasas malas, se oponen las grasas malas. Estas son por orden de impacto: las
grasas trans consolidadas artificialmente (margarina, bollería industrial), que
son malas siempre. No así los otros dos tipos de grasas, que son malas tomadas
en exceso, y son: el ácido linólico presente en aceites vegetales, en los
cereales, la leche y algunos frutos secos; y las grasas saturadas presentes en
carnes y embutidos de mala calidad.
LOS CARBOHIDRATOS: DIFERNCIA ENTRE
ÍNDICE GLUCEMICO Y CARAGA GLUCÉMICA.
Los
carbohidratos son fuentes de glucosa. Ahora bien, que sean beneficiosos o
perjudiciales dependen de su carga glucémica. Anteriormente, se valoraban los
hidratos por el índice glucémico, es decir, la velocidad con la que llega la glucosa
a la sangre, un valor que podría hacer creer que la glucosa del plátano o de un
refresco de cola llegan con la misma velocidad. Sin embargo, lo relevante es la
carga glucémica, es decir, la cantidad de glucosa que contienen los nutrientes.
Y ahí se comprobó que el refresco te genera un pico de glucosa mucho más alto
que el plátano, con todo lo que ello conlleva.
Si miramos
la carga glucémica del pan, el arroz, la pasta no integral y los dulces vemos
que es muy alta debido a que han sufrido refinados subiéndonos el azúcar a
tope.
La patata,
al contener almidón, también es considerada un nutriente con una alta carga
glucémica.
Para volver
al equilibrio, una de las vías que el cuerpo utiliza es convertir ese azúcar en
grasa, que se queda ahí acumulada. Pero hay más inconvenientes, estos
carbohidratos refinados se consideran calorías vacías ya que ofrecen una
cantidad muy baja de micronutrientes (vitaminas y minerales) en comparación con
la fruta y la verdura. Y encima son ácidos, en contra de la función primordial
de los carbohidratos que es alcalinizar para equilibrar los ácidos.
¿… Y LOS
INTEGRALES?
Contienen
fitatos y lectinas. Los fitatos reducen la absorción de varios minerales como
el magnesio, el calcio y el zinc, mientras que las lectinas son antinutrientes
que dañan la pared del aparato digestivo y son consideradas como un cuerpo
extraño por nuestro sistema inmunitario.
Algo similar
ocurre con otro tipo de antinutrientes, las saponinas, que las encontramos en
las legumbres como los garbanzos, las lentejas, las judías…
Además, al
igual que sucedía con los refinados, todos estos nutrientes también acidifican
el sistema, mientras que la fibra la podemos encontrar sobradamente en la fruta
y la verdura.
LOS CARBOHIDRATOS A DEBATE.
Fíjate que
todo lo que está relacionado con la regulación de nuestros genes son sustancias
muy antiguas evolutivamente. Nunca encontramos sustancias recientes
introducidas o producidas artificialmente que actúen a ningún nivel de estos;
todo lo contrario, influyen inflamando nuestro cuerpo.
Estos
productos cultivados como los cereales, el trigo, el maíz, el arroz… se
introdujeron en un principio para alimentar a los animales, pero ante el
aumento demográfico de la población, empezaron a usarse para dar de comer a los
humanos.
En nuestros
días, en Occidente, nos hemos acostumbrado a comer carbohidratos refinados
industrialmente a diario, pero ello no quiere decir que estemos genéticamente
preparados para tolerarlos, ni que nos sienten bien, ni que sean saludables. Se
ha comprobado científicamente en infinidad de experimentos y en estudios
antropológicos que, cuando retiras estos alimentos procesados de la dieta, las
enfermedades se reducen y la obesidad disminuye radicalmente.
EL AZÚCAR ES
VENENO
Con todos
estos productos te estás inyectando azúcar en vena, y, aunque te parezca
exagerado, el azúcar es casi venenoso, debería estar considerado como la
nicotina, en el sentido de que tenemos instaladas máquinas expendedoras en los
colegios, centros de salud, aeropuertos, tentándonos a todas horas como a los
fumadores en los bares con el tabaco. Cuando tomamos azúcar estamos tomando un
inflamatorio, estamos inflamando nuestro cuerpo.
SECUELAS EN
LA PROCREACIÓN
Mientras los
africanos tienen siete niños a pesar de su malnutrición, en nuestra sociedad
desarrollada cada vez tenemos más problemas para procrear. ¿Te lo habías parado
a pensar alguna vez? Realmente, se está convirtiendo en una “pandemia” en
nuestros días, cuando tenemos que recurrir a duros tratamientos de fertilidad,
fecundaciones in vitro, porque a los hombres se les diagnostica esperma
inmaduro y a las mujeres otros tantos problemas con su sistema reproductivo y
hormonal.
Uno de los
aspectos que se relaciona con esta situación de infertilidad creciente es la
obesidad. Cuanto más abundancia energética, más señales recibe el cuerpo de que
tenemos la supervivencia asegurada; por tanto, menos necesidad de reproducir
tenemos. ¿No crees que esto se solucionaría si le damos a nuestros genes
aquello a lo que han estado acostumbrados a lo largo de la evolución?
BIOFLAVONOIDES Y MICRONUTRIENTES.
BIOFLAVONOIDES
Son aquellas
sustancias que pigmentan a los vegetales y que se conocen por su gran valor
antioxidante, antiinflamatorio, potenciador del sistema inmunitario y
anticancerígeno. Entre ellos, encontramos la epigalocatequina del té verde; la
antiocianina, que es la que da los pigmentos azules y rojos, por ejemplo en la
uva roja, las frambuesas, las moras o el arándano, y la quercitina, que es el
pigmento amarillo-verdoso que caracterizan a las cebollas, manzanas y brócoli.
Además de
los flavonoides, la fruta, la verdura y las hierbas también presentan otra
serie de sustancias que tienen unas acciones espectaculares sobre nuestro
estado de salud. La uva negra, contiene resveratrol. Esta sustancia es un
antimicrobiótico que sirve para proteger a la planta y potencia la proteína
SIRT, que tiene importantes efectos de antienvejecimiento en nuestro organismo.
En el
brócoli y otras crucíferas como la coliflor y la col encontramos sulfurafano,
que se caracteriza por su acción anticancerígena y antiinflamatoria. Al igual
que la curcumina, sustancia que encontramos en la cúrcuma, que presenta una
capacidad espectacular para regular procesos inflamatorios. El ajo, nutriente
que por su alto contenido en azufre, junto con la cebolla, el puerro y todos
los nutrientes de la familia, son una sustancia vital para los procesos de
desintoxicación del hígado.
LOS MICRONUTRIENTES: vitaminas y
minerales
La mayoría
de las vitaminas no pueden ser sintetizadas por el organismo, por lo que no hay
otra forma de obtenerlas que a través de la ingesta nutritiva. En los seres
humanos hay trece vitaminas: nueve hidrosolubles, que son las vitaminas B y la
vitamina C; y cuatro liposolubles, que son la A, la D, la E y la K.
Las
principales fuentes de vitamina E son el aceite de oliva, las nueces, las
almendras y las espinacas.
Los minerales, básicos
Un mineral
que presenta una gran cantidad de propiedades es el zinc. Antioxidante vital
para nuestro organismo, optimiza la respuesta de nuestro sistema inmunitario y
participa en la regeneración de tejido. Su principal fuente la encontramos en
los productos del mar.
Nuestros
riñones para funcionar bien necesitan a parte de una buena hidratación, una
optima presencia de minerales. Esto lo podemos conseguir gracias a la ingesta
de fruta y verdura ya que son las principales fuentes de potasio y magnesio.
Para hablar de calcio, mitos sobre la leche
El calcio es un mineral que todos lo relacionamos con la calidad de
nuestros huesos. Así es: El calcio, junto con la vitamina D, que actúa fijando
este, son muy importantes para que nuestros huesos tengan una buena salud. Hoy
en día centramos todos nuestros esfuerzos en ingerir nutrientes con alta
cantidad de calcio, y ahí ¡zas! Aparece la leche de vaca como nuestra gran
amiga, ya que sin ella parece que los niños no puedan crecer y que las mujeres
después de la menopausia se vayan a descalcificar inevitablemente.
Pues resulta que ¡no!, y rotundamente no. Con explicar brevemente el
mecanismo mediante el cual los huesos se mantienen en óptimo estado lo
entenderás.
Los huesos actúan como principales tampones liberando calcio cuando
nuestro cuerpo está ácido. La acidez es uno de los pilares claves, ya que si
nuestro cuerpo se acidifica, sufre carencia de oxígeno y, por tanto, nos
arriesgamos mucho a padecer problemas de salud. La acidificación puede surgir
por no ingerir agua, comer solo nutrientes ácidos (carnes, pescados, huevos,
pan, arroz, pastas, dulces…), incluidos el alcohol y las bebidas azucaradas, y
padecer situaciones de estrés. Con lo cual, estar en un ambiente ácido las
veinticuatro horas del día no le cuadra nada a nuestro cuerpo.
En consecuencia, si la nutrición es mala, no llevamos una hidratación
óptima, no disfrutamos de cierta tranquilidad, no nos movemos y no nos da el
sol, la osteoporosis está servida. Cuadra bastante más que el hueso dependa de
todos estos factores que de beber leche o no, aunque nos quieran hacer creer lo
contrario (por intereses económicos varios).
Es más, las fuentes más biodisponibles (más fácil de absorber) de calcio
son verduras de hoja verde como la col y el brócoli; mientras que la leche
justamente se caracteriza por ser un nutriente ¡ácido!
Aparte de su acidez y su poca contribución a la calidad del hueso,
analicemos sus tres macronutrientes: Su principal proteína se llama caseína, la
cual puede generar intolerancia y se caracteriza por inducir a la producción de
moco. La grasa es de tipo ácido linólico, omega 6, la cual, dentro de las
grasas no nos interesa especialmente. Y su carbohidrato, quizás el más
conocido, es la lactosa. Sustancia que debe estar descompuesta en nuestro
intestino por la lactasa, la cual perdemos con el paso de la edad (la lactasa,
la tenemos mayormente los primeros años de edad para digerir la leche materna),
generando así incapacidad para su descomposición e irritabilidad intestinal.
Por último plantéate una cuestión biológica: ¿por qué será que somos el
único mamífero que continúa bebiendo leche de otra especie después del amamantamiento?
LA
IMPORTANCIA DE LA NECESIDAD PARA EL CAMBIO
Como ya adelantábamos, nuestro cerebro funciona con un circuito
neurológico tal que, cuando comemos, bebemos, hacemos ejercicio o tenemos
contacto físico, nos libera unas hormonas especialmente diseñadas para
producirnos bienestar.
Pero debemos recordar la diferencia entre las recompensas naturales y
las no naturales.
Es por eso que cada cual debe buscar dentro de sí mismo el motivo por el
que quiere generar un cambio. A todo el mundo le gusta verse bien, que le entre
la ropa, que le digan piropos… pero solo con eso no es suficiente. Debes
encontrar tu motivación endógena, algo muy relevante para ti que te permita
inducir a un cambio de costumbres.
Eso solo se consigue cuando se genera una necesidad perentoria. Entonces
aparece la motivación y, por ende, se despierta la voluntad.
Si no lo necesitas, si estás bien como estás, ni te lo plantees, de
veras: quédate como estás, porque vas a recaer a la mínima y a volver a tus
costumbres automáticamente.
Si consideras que no está roto, no lo arregles.
JERARQUÍA DE INICIO DE CAMBIOS
Primer
cambio: - Recuperar la sed
-
El deporte te invita a beber
Segundo
cambio: -Moverte en ayunas
Tercer
cambio: -Comer no más de tres veces al día
-
Cuantas menos veces comes, menos envejeces
-
No estreses a tu organismo
-
Sáciate, pero de comida de calidad
-
Si quieres picar, fruta
Cuarto
cambio: - Recupera la vitalidad
-
Consiste en comer durante diez días pescado blanco
al vapor o horno, cremas de cebolla, zanahoria y calabaza, y manzanas y peras
al horno.
-
Para beber agua y si te apetece infusiones
mezclando clavo, cardamomo, comino, jengibre, canela, romero y pimienta.
Quinto
cambio: - Mantenerlo en sociedad
-
Al principio, en tu entorno social, cuando empieces
a aplicar este estilo de vida, se te verá como raro. Pero luego, al ver que
funciona, con los cambios físicos y vitales, esas burlas pasarán a ser
admiración.
ALIMENTOS PARA DEPURACIÓN HEPÁTICA
-
Grasas de
calidad que mejoran el funcionamiento hepatocito (célula del hígado)
-
Cebolla, ajo,
puerro
-
Alcachofa
y cúrcuma
-
Brócoli y
familia de crucíferas
Bibliografía
PALEOVIDA, La alimentación con la que
conseguirás mejorar tu vida; Carlos Pérez
PALEODIETA PARA DEPORTISTAS, Una
formula nutricional para el deporte de alto rendimiento; Loren Cordain y Joe
Friel
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